Ante la proximidad del año 2012, fecha alrededor de la cual diversos sectores de la población mundial especulan acerca de una “transformación profunda” de la humanidad, e inclusive sobre su fin (datada para el 21 de diciembre del 2012), el epigrafista Carlos Pallán Gayol, investigador del INAH, expresó categórico que en lo que respecta a los antiguos mayas “en ningún texto dejaron escrito que en 2012 sería el fin del mundo, porque incluso manejaron fechas posteriores a ese año”.
De acuerdo con el director del Acervo Jeroglífico e Iconográfico Maya (Ajimaya) del INAH, tal creencia es moderna y su origen puede rastrearse a la década de los años 70 del siglo XX, con las primeras publicaciones de carácter esotérico en las que se “pronosticaba” el término de la civilización humana, coincidiendo con el décimo tercer ciclo B’ak’tun en la cuenta larga del calendario maya, que correspondería al 21 de diciembre de 2012.
Los indígenas mayas siguen celebrando el fin del año solar en diciembre. No obstante, el calendario maya que los indígenas utilizan actualmente, aunque con la misma estructura que el arqueológico, tiene algunas diferencias importantes en cuanto a fechas. Entre los mayas de lengua achí, el año nuevo se festeja entre enero y febrero y los nombres de los años y meses pueden diferir. El 10 de enero del 2009, los mayas achí festejaron el año 5,196 (de acuerdo con la cuenta larga), cuyo gobernante es wukub’ kawoq (la séptima tortuga).
Este año, en Mérida Yucatán, para celebrar el solsticio de invierno se llevó a cabo una ceremonia celebrada en la Plaza Grande y en la que se citó al extinto líder maya Canek. La ceremonia fue bilingüe, español y maya, se quemó copal y se tocaron caracoles y se colocaron cuatro mazorcas de maíz de distintos colores apuntando hacia los puntos cardinales.
Los antiguos mayas, informa fray Diego de Landa, en sus manuscritos conocidos como Relación de las cosas de Yucatán, celebraban cada uinal o mes maya, con distintos ritos para complacer a sus dioses.
Para los mayas el uinal pop, era una especie de año nuevo, era una fiesta muy celebrada, renovaban todas las cosas de utensilios de casa, como platos, vasos, banquillos, ropa, mantillas, barrían su casa y la basura la echaban fuera del pueblo, pero antes de la fiesta al menos trece días ayunaban y se abstenían de tener sexo, no comían sal, ni chile, algunas personas ampliaban este período de abstinencia hasta tres uinales (60 días). Después todos los hombres se reunían con el sacerdote en el patio del templo y ponían una porción de copal en el brasero para quemarlo.
Diego de Landa describe que, cuando se acercaba el fin del año maya, durante los meses kayab y cumku, en cada población hacían fiestas a las cuales llamaban zabacilthan, se reunían para presentar ofrendas, comer y beber preparándose para el uayeb, el mes corto de los cinco días nefastos. Cuando llegaban los “cinco días sin nombre”, los mayas no se bañaban, no hacían obras serviles o de trabajo, porque temían que al realizar alguna actividad, les iría mal.
Los chamulas de las altas montañas de Chiapas, autonombrados hijos de San Juan; celebran además el final de cada año agrícola, con un vistoso carnaval para ayudar a renacer el Sol y el advenimiento de un nuevo ciclo calendárico maya.
Esta celebración coincide con la fiesta cristiana del carnaval (febrero). A estos juegos del Fuego asisten 50 mil indígenas y durante cinco días (120 horas) llevan a cabo una serie de rituales bajo el mando de un grupo de personajes principales, organizados religiosamente, cuyas ceremonias culminan el día anterior a la conmemoración cristiana del Miércoles de Ceniza.
Realizan varios rituales como “La Guerra de los Niños”, en la que se enfrentan dos grupos que luchan de cerro a cerro con proyectiles hechos de estiércol de caballo; “La Purificación en el Fuego”, se celebra prendiéndole fuego a montones de paja a lo largo de una calzada, por donde corren descalzas todas las autoridades. Otra de las actividades de este día son las montadas de Toro, en la que sacan a correr entre la muchedumbre hasta seis toros, no faltando los valientes que intentan montarlos.
De acuerdo con el director del Acervo Jeroglífico e Iconográfico Maya (Ajimaya) del INAH, tal creencia es moderna y su origen puede rastrearse a la década de los años 70 del siglo XX, con las primeras publicaciones de carácter esotérico en las que se “pronosticaba” el término de la civilización humana, coincidiendo con el décimo tercer ciclo B’ak’tun en la cuenta larga del calendario maya, que correspondería al 21 de diciembre de 2012.
Los indígenas mayas siguen celebrando el fin del año solar en diciembre. No obstante, el calendario maya que los indígenas utilizan actualmente, aunque con la misma estructura que el arqueológico, tiene algunas diferencias importantes en cuanto a fechas. Entre los mayas de lengua achí, el año nuevo se festeja entre enero y febrero y los nombres de los años y meses pueden diferir. El 10 de enero del 2009, los mayas achí festejaron el año 5,196 (de acuerdo con la cuenta larga), cuyo gobernante es wukub’ kawoq (la séptima tortuga).
Este año, en Mérida Yucatán, para celebrar el solsticio de invierno se llevó a cabo una ceremonia celebrada en la Plaza Grande y en la que se citó al extinto líder maya Canek. La ceremonia fue bilingüe, español y maya, se quemó copal y se tocaron caracoles y se colocaron cuatro mazorcas de maíz de distintos colores apuntando hacia los puntos cardinales.
Los antiguos mayas, informa fray Diego de Landa, en sus manuscritos conocidos como Relación de las cosas de Yucatán, celebraban cada uinal o mes maya, con distintos ritos para complacer a sus dioses.
Para los mayas el uinal pop, era una especie de año nuevo, era una fiesta muy celebrada, renovaban todas las cosas de utensilios de casa, como platos, vasos, banquillos, ropa, mantillas, barrían su casa y la basura la echaban fuera del pueblo, pero antes de la fiesta al menos trece días ayunaban y se abstenían de tener sexo, no comían sal, ni chile, algunas personas ampliaban este período de abstinencia hasta tres uinales (60 días). Después todos los hombres se reunían con el sacerdote en el patio del templo y ponían una porción de copal en el brasero para quemarlo.
Diego de Landa describe que, cuando se acercaba el fin del año maya, durante los meses kayab y cumku, en cada población hacían fiestas a las cuales llamaban zabacilthan, se reunían para presentar ofrendas, comer y beber preparándose para el uayeb, el mes corto de los cinco días nefastos. Cuando llegaban los “cinco días sin nombre”, los mayas no se bañaban, no hacían obras serviles o de trabajo, porque temían que al realizar alguna actividad, les iría mal.
Los chamulas de las altas montañas de Chiapas, autonombrados hijos de San Juan; celebran además el final de cada año agrícola, con un vistoso carnaval para ayudar a renacer el Sol y el advenimiento de un nuevo ciclo calendárico maya.
Esta celebración coincide con la fiesta cristiana del carnaval (febrero). A estos juegos del Fuego asisten 50 mil indígenas y durante cinco días (120 horas) llevan a cabo una serie de rituales bajo el mando de un grupo de personajes principales, organizados religiosamente, cuyas ceremonias culminan el día anterior a la conmemoración cristiana del Miércoles de Ceniza.
Realizan varios rituales como “La Guerra de los Niños”, en la que se enfrentan dos grupos que luchan de cerro a cerro con proyectiles hechos de estiércol de caballo; “La Purificación en el Fuego”, se celebra prendiéndole fuego a montones de paja a lo largo de una calzada, por donde corren descalzas todas las autoridades. Otra de las actividades de este día son las montadas de Toro, en la que sacan a correr entre la muchedumbre hasta seis toros, no faltando los valientes que intentan montarlos.
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